4 de junio de 2014

04/06, reviviendo Özdere



Hoy por la noche, mientras soñaba y mi cerebro se ocupaba de recrear unas imágenes e inventar algunas otras, algo dentro de mí, no sé si mi espíritu o qué - no soy una persona muy espiritual en este sentido - ha salido por la ventana y muy rápidamente ha llegado hasta esa playa. He vuelto a tumbarme en la barca que siempre estaba del revés porque el mar un día, cuando la arrastró hasta la playa, quiso dejarla así y nadie se había visto capacitado para contradecir esta decisión; y allí ya estaba yo en toda mi plenitud, cuerpo y alma, realidad y sueño - qué más da, la cosa es estar -. Ay, Özdere. He vuelto a bailar al ritmo de la guitarra y de las palmas que turcos y españoles tocamos una vez y la arena gruesa - a la que las playas asturianas no me tienen acostumbrada-, como no podía ser de otra manera, ha vuelto a colarse entre mis pies, quedándose a pasar la noche en los huecos entre mis dedos. Me he vuelto a bañar semidesnuda, esta vez sin compañía y al salir me he sentado bajo una sombrilla de mimbre, esperando de ella quizá un refugio contra el viento - qué digo, si allí no había viento... -. He paseado a lo largo y ancho de la orilla y - qué ingenua es mi memoria- había media playa que no recordaba, pero bueno, las distancias nunca han sido lo mío.  He vuelto al camping y he rescatado la mezcla de sabores y licores que una noche quisimos guardar en la nevera y nunca logramos encontrar. Bien, siguen ahí. Bueno, el vino sigue ahí, botellas y botellas de vino. El resto, ardores del infierno, mejor no saber si siguen o no. He saltado piedra a piedra del camino hasta llegar al parque y me he columpiado mirando a las casitas azules que fueron mi - nuestra - casa. No he podido encontrar los acentos europeos que en su día me acompañaron y he sentido nostalgia. Qué pena que los lugares que vivimos con ansia y garra y locura y pasión - quizá porque ya sabemos que nunca se repetirán de la misma manera - jamás rememoran esa esencia que tuvieron. Así que mientras buscaba un mashallah en labios de los visitantes, sin éxito, el sol me ha pillado por sorpresa. Y eso sí, me ha regalado el mismo amanecer y atardecer que la última vez, y la misma luz ha hecho brillar mis ojos, más mayores, más solos. Y aunque las situaciones cambien, él siempre es el mismo.




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